MSc. Dionisio Sáenz Romero*
Máster en RSE con Enfoque de DDHH
Consultor Independiente.
En el artículo anterior, abordábamos la “Integridad Corporativa” en cuanto a su concepto e importancia para fomentar una cultura empresarial enfocada en el cumplimiento legal y el comportamiento ético.
En esta ocasión, nos enfocaremos en la implementación de prácticas o “modelos” para desarrollar un Programa de Integridad Empresarial desde el sector privado con el cual se contribuya a prevenir la comisión de faltas graves, la mejora del desempeño, el sentido de pertenencia y el compromiso de accionistas y colaboradores en sus actividades técnico-profesionales basadas en la ética e integridad. Ello, convencidos de que no existen experiencias exitosas en la lucha contra la corrupción e impunidad que no hayan tenido una activa participación del sector privado, la cual es esencial desde dos aristas: primero a lo interno, comprometiéndose contra la corrupción y actuando desde la conducta de cada uno de sus colaboradores, y segundo, hacia afuera, contribuyendo a la transformación de sus Grupos de interés y de su entorno.
Hemos señalado que en Nicaragua – entre algunas iniciativas de Responsabilidad Social- observamos avances en la adopción de políticas de gobernanza empresarial, lo cual se ha dado gracias a la conciencia de los significativos costos económicos que la corrupción ocasiona, así como deteriora la competitividad, imagen y reputación, así como porque nuestras leyes incluyen a aquéllas como sujetos corresponsables de delitos, lo que ha llevado, entre algunas, al nombramiento de Oficiales de Cumplimiento, a socializar sus políticas e introducir sistemas de monitoreo, denuncia y sanciones.
De ahí que en este artículo sugerimos que a nivel empresarial se pongan en marcha Programas de Integridad que contengan al menos:
- Un Manual de Organización y Procedimientos, comprensible y completo,
- Un Código de Ética o Conducta, publicado y socializado entre todos/as;
- Políticas de RRHH que prevengan contrataciones de “riesgo a la integridad”,
- Sistemas eficaces de Control y Auditoría,
- Sistemas confidenciales de Denuncia,
- Procesos de capacitación (verificables),
- Mecanismos de Transparencia.
Adicionalmente, el sector privado puede contribuir a la lucha contra el soborno y la corrupción, procurando: a) mecanismos de incentivos (no pecuniarios) entre empleados probos; b) establecer sanciones según la proporción de la falta a nivel interno o penal, en caso de ilícitos ante las autoridades correspondientes; c) Convenios de Colaboración con el sector público, para el fomento de una cultura ética en el sector público-privado y a la vez, d) establecer espacios para divulgación e intercambio de buenas prácticas de integridad. Con ello se lograría una verdadera transformación de la cultura anticorrupción y anti soborno y constituirse en modelo en los cambios que demanda nuestra sociedad.