¿Cuál debe ser la responsabilidad de una empresa sobre los impactos que genera su actividad en los ámbitos económico, ambiental y social? Esta es una de las principales preguntas que la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ha tratado de responder desde sus inicios a mediados de la década de los noventa.
Sin embargo, las múltiples definiciones y matices que cada empresa aportaba a la RSE fueron imposibilitando el impacto en una misma dirección, haciendo necesario la homologación en términos y exigencias que suponía la adopción de esta estrategia para las organizaciones.
De este proceso surgió la publicación de ISO26000, una norma adoptada en el 2010 por más de 90 países y 50 organizaciones internacionales, que trazó la ruta para la sostenibilidad como la conocemos hoy en día.
Desde ese momento, la RSE ha ido tomando relevancia, siendo una pieza medular de la creación de políticas públicas de promoción y regulación sobre la actuación empresarial.
En este sentido, la utilidad de la ISO26000 radicó en la posibilidad de guiar planes estratégicos con información en un lenguaje común, lo que facilitó el proceso de trasparencia y rendición de cuentas a nivel internacional.
Para la norma ISO26000, la RSE dejó de concentrarse en actividades aisladas para definirse en un compromiso voluntario de las organizaciones, incorporado a su toma de decisiones la rendición de cuentas debido a los impactos que provocaban en su operación.
¿Cómo contribuyó la ISO 26000 al desarrollo sostenible?
Su contribución ha sido, en primer lugar, en la creación de un lenguaje homologado con conceptos y definiciones, así como principios y prácticas necesarios para integrar la Responsabilidad Social a la organización.
Al igual, en la definición de las 7 materias fundamentales- con asuntos propios en los que la organización debía centrar su actuación responsable- y de las políticas y políticas que permitieran el comportamiento responsable en el ámbito de la actuación.
Su principal propósito consistió en hacer que las organizaciones trascendieran al cumplimiento legal, responsabilizándose ante la sociedad en un contexto económico, social y ambiental.
Esfuerzos encaminados a crear una propuesta más acorde a las necesidades y expectativas de las partes interesadas, generando procesos y sistemas de diálogo continuo.
En su búsqueda para maximizar la contribución de la empresa al desarrollo sostenible, la ISO 26000 estableció los 7 principios a tener en cuenta de acuerdo al contexto legal: la rendición de cuentas, transparencia, comportamiento ético, respeto a las partes interesadas, al principio de legalidad, a la normativa internacional de comportamiento y a los derechos humanos.
Las 7 materias fundamentales: acciones y expectativas
El abordamiento de las 7 materias fundamentales de la responsabilidad social, con sus acciones y expectativas relacionadas, ha permitido a las organizaciones integrar la ISO 26000 en el contexto concreto y particular en que el cada una de ellas se encuentra.
Gobernanza, el factor más importante para hacer que la organización se responsabilice de los impactos de sus decisiones y actividades, integrando esta forma de gestión en sus procesos y estructuras. Así como las aplicación de medidas en materia de: derechos humanos, prácticas laborales, medio ambiente, prácticas justas de operación, asuntos de consumidores y participación activa y desarrollo de la comunidad.
Hay que recordar que la ISO26000, sin ser una norma certificaba o de regulación constituye hoy en día una guía para que las organizaciones operen tomando en cuenta sus impactos positivos y negativos, así como mitigando, lo más posible, sus riesgos, en un comportamiento ético y transparente.
Estableciendo una normalización alrededor de la sostenibilidad en empresas y organizaciones que considere su competitividad económica, al mismo tiempo que minimizando impactos sociales y ambientales. Pero sobre todo, llevar a la realidad la responsabilidad social y contribuir de manera real a las metas deseables para la humanidad (ODS).
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